¿Puedo tomar brazo?

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Recuerda las noches, todas iguales: la respiración acompasada de su madre, es la señal de que ha encontrado las puertas del sueño. Como todas las noches, ella no. Sus ojos están abiertos. Ha caído una y otra vez por la cascada. Se ha visto golpear contra las rocas, rebotar. La furia del agua hace de ella, una miseria. Esta en la parte más alta de los peñascos y llega hasta el fondo de la barranca convertida en despojos. Vuelve arriba a recorrer su caída una y otra vez, una y otra vez. La saliente de una piedra le golpea el pómulo, desprende la piel de su rostro. Una rótula recibe el peso de su cuerpo cayendo, se voltea al revés, aún la conciencia le permite abrir la mano derecha, los falanges se aferran a una protuberancia. No es suficiente, sus huellas dactilares desaparecen. Al fondo de la cañada, al fin, ya repetidamente desgarrada, concilia el sueño. El gallo, ha empezado a cantar.

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Fragmento de la novela ¿Puedo tomar brazo?
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