MARCOS CAMPOS
Anoche platicaba con Raquel y posteriormente con David Borja acerca de los hilos dorados que nos unen... cada vez que algún acontecimiento, una persona, una palabra, un verso, un acto deja una huella impresa en los que giran al rededor de ella, me pregunto ¿qué nos une? ¿Cómo podemos distinguirlos? Al paso, al medio día, regresó Marcos Francisco Soto Campos, Marcos Campos, mi primer maestro en la literatura.
Esta noche quiero hablar de él. Nació en Coatepec, Veracruz, fue teólogo de la liberación y luchó incansablemente en tierras áridas como las de Centroamérica y Huajuapan de León sólo para constatar que hacía falta sembrar en tierras llanas, porque en ellas los frutos son más necesarios.
A él le debo mucho más que estas palabras, esta memoria. Su infagitable fuente de certeza en la vida nos iluminó a Ninett mi hermana luminosa y a mí, por no contar al resto de los talleristas que pasamos por LASCAS. A su tenaz quehacer, a sus viajes y a sus retornos a un lugar inhóspito para la cultura, debemos la llegada de cierta claridad, cierta luz, la luz primera. Él siempre llegó, en un tsuro azul, ágil y elevado sobre el polvo del camino:
Viñetas Mixtecas
I
1. A pesar del viento
que ruge a mi costado,
no logro dejar atrás
el fuego del ocaso.
Lo he cazado y muere
aniquilado en el espejo.
2. A la orilla del camino,
girasoles devaluados
venden pepitas de oro,
al caer la tarde.
3. Hay tanto sol cuajado
en los recodos y en las hojas
que forjaré amuletos
para el mal de corazón.
4. En el oleaje mullido
del lomerío mixteco
flotan y se hunden
caseríos sin nombre.
5. Con la astucia sapiente
de lacértidos y sierpes
descifraré el acertijo de tu sierra,´
barrancos y collados.
6. Hoy, mientras tanto,
treparé a las cimas,
me embarcaré en las nubes
y llegaré al oceano
donde la tierra es cielo
y cielo y tierra, madre agua.
Él ha luchado simempre contra sí mismo. Y nunca importó su edad, su visión disminuida, sus pasos fatigados, él siempre llegó al taller para saborear la pobreza, no del alma sino de la vida, para decir como uno más de los peregrinos del camino, al final de cada viaje, Yo también he padecido:
II
Un sol de fuego cae sobre la tierra,
la aburma y pesa sobre el alma...
Tierras llanas, piel rugosa.
Costra vieja, macerada.
Foto sepia de veranos idos.
Lomas redondas: gibas de ancestral camello.
Pero no dejó de ver, oir, palpitar, el canto de la naturaleza, reiteradamente el canto de la vida:
...
Sobre una rama, a ras de suelo,
un pajarillo anónimo mira su cuadrante
y traza el horizonte con su canto.
¿A dónde irá tan presuroso?
¿A dónde arrastran los caminos
tanto polvo cargado de pobreza?
Él siempre incita al diálogo, como todo dilletante, con el ritmo que los años le dan al buen monólogo que se practica en la más perfecta soledad, la de la luz:
MONÓLOGO DE LA PALMERA
1. Me he pasado la vida
modelando abanicos
para espantar el aire.
2. Si cayeran torrentes,
las bestias del abismo
se tragarían las nubes.
3. En este erial sin lugares,
no hay caminos ni retornos.
¿De dónde? ¿Hacia dónde?
No obstante que contempla el camino y sabe su destino, él te marcará la pauta para iniciar el tuyo:
5. Aunque el sol me calcine,
por mis poros brotará el amor
como mi sngre.
Todos tenemos un momento en el camino para dar, y sólo para dar, decía:
Amar es deslizarse hasta agotarse
en una sola dirección,
como el arroyo.
Cantar sin medrar, desatinado,
la misma canción,
como los pájaros.
Amar es desparramarse luminoso
en busca de un espejo
y no mirarse.
A pesar del derramamiento de su sangre en las tierras mixtecas, sólo me atrevo a decir que comprende y ha mirado el verdadero amor, la luz de cerca y la ha tocado para compartirla:
He nacido por amor, enamorado,
por amor enamorado, dolorido.
Dolorido por amor y en el olvido,
se me ha ido la vida embalsamado.
Embalsamado en el amor, y condenado
a morir viviendo sin sentido
y vivir muriendo enloquecido
entre el amor y el dolor, y sepultado,
no con lodo ni piedras ni baldosas,
sino en tierra tendido a cielo abierto
amortajado en encendidas rosas
paradójicas rosas, tierno entuerto,
de manos exquisitas y amorosas
que me dieron la vida estando muerto.
Y aún con el pesar de la muerte entre las manos, sobre la cabeza, nos da una señal:
Entre las cuatro paredes de mi alcoba
y la estrechez exacta de mi féretro,
existe una sola diferencia:
mis sueños.
¿Alguna nota más? Él es mi primer maestro. A quien le agradeazco el haber aprendido a soñar aún en los páramos más sombríos y llanos de la vida.
Esta noche quiero hablar de él. Nació en Coatepec, Veracruz, fue teólogo de la liberación y luchó incansablemente en tierras áridas como las de Centroamérica y Huajuapan de León sólo para constatar que hacía falta sembrar en tierras llanas, porque en ellas los frutos son más necesarios.
A él le debo mucho más que estas palabras, esta memoria. Su infagitable fuente de certeza en la vida nos iluminó a Ninett mi hermana luminosa y a mí, por no contar al resto de los talleristas que pasamos por LASCAS. A su tenaz quehacer, a sus viajes y a sus retornos a un lugar inhóspito para la cultura, debemos la llegada de cierta claridad, cierta luz, la luz primera. Él siempre llegó, en un tsuro azul, ágil y elevado sobre el polvo del camino:
Viñetas Mixtecas
I
1. A pesar del viento
que ruge a mi costado,
no logro dejar atrás
el fuego del ocaso.
Lo he cazado y muere
aniquilado en el espejo.
2. A la orilla del camino,
girasoles devaluados
venden pepitas de oro,
al caer la tarde.
3. Hay tanto sol cuajado
en los recodos y en las hojas
que forjaré amuletos
para el mal de corazón.
4. En el oleaje mullido
del lomerío mixteco
flotan y se hunden
caseríos sin nombre.
5. Con la astucia sapiente
de lacértidos y sierpes
descifraré el acertijo de tu sierra,´
barrancos y collados.
6. Hoy, mientras tanto,
treparé a las cimas,
me embarcaré en las nubes
y llegaré al oceano
donde la tierra es cielo
y cielo y tierra, madre agua.
Él ha luchado simempre contra sí mismo. Y nunca importó su edad, su visión disminuida, sus pasos fatigados, él siempre llegó al taller para saborear la pobreza, no del alma sino de la vida, para decir como uno más de los peregrinos del camino, al final de cada viaje, Yo también he padecido:
II
Un sol de fuego cae sobre la tierra,
la aburma y pesa sobre el alma...
Tierras llanas, piel rugosa.
Costra vieja, macerada.
Foto sepia de veranos idos.
Lomas redondas: gibas de ancestral camello.
Pero no dejó de ver, oir, palpitar, el canto de la naturaleza, reiteradamente el canto de la vida:
...
Sobre una rama, a ras de suelo,
un pajarillo anónimo mira su cuadrante
y traza el horizonte con su canto.
¿A dónde irá tan presuroso?
¿A dónde arrastran los caminos
tanto polvo cargado de pobreza?
Él siempre incita al diálogo, como todo dilletante, con el ritmo que los años le dan al buen monólogo que se practica en la más perfecta soledad, la de la luz:
MONÓLOGO DE LA PALMERA
1. Me he pasado la vida
modelando abanicos
para espantar el aire.
2. Si cayeran torrentes,
las bestias del abismo
se tragarían las nubes.
3. En este erial sin lugares,
no hay caminos ni retornos.
¿De dónde? ¿Hacia dónde?
No obstante que contempla el camino y sabe su destino, él te marcará la pauta para iniciar el tuyo:
5. Aunque el sol me calcine,
por mis poros brotará el amor
como mi sngre.
Todos tenemos un momento en el camino para dar, y sólo para dar, decía:
Amar es deslizarse hasta agotarse
en una sola dirección,
como el arroyo.
Cantar sin medrar, desatinado,
la misma canción,
como los pájaros.
Amar es desparramarse luminoso
en busca de un espejo
y no mirarse.
A pesar del derramamiento de su sangre en las tierras mixtecas, sólo me atrevo a decir que comprende y ha mirado el verdadero amor, la luz de cerca y la ha tocado para compartirla:
He nacido por amor, enamorado,
por amor enamorado, dolorido.
Dolorido por amor y en el olvido,
se me ha ido la vida embalsamado.
Embalsamado en el amor, y condenado
a morir viviendo sin sentido
y vivir muriendo enloquecido
entre el amor y el dolor, y sepultado,
no con lodo ni piedras ni baldosas,
sino en tierra tendido a cielo abierto
amortajado en encendidas rosas
paradójicas rosas, tierno entuerto,
de manos exquisitas y amorosas
que me dieron la vida estando muerto.
Y aún con el pesar de la muerte entre las manos, sobre la cabeza, nos da una señal:
Entre las cuatro paredes de mi alcoba
y la estrechez exacta de mi féretro,
existe una sola diferencia:
mis sueños.
¿Alguna nota más? Él es mi primer maestro. A quien le agradeazco el haber aprendido a soñar aún en los páramos más sombríos y llanos de la vida.
4 Comments:
Ay Xavier, si tu supieras la impresión indeleble que dejan en mi alma estos poemas. Con los ojos cuajados en lágrimas te lo digo. ¡Quien como ustedes conociera al maestro Campos! De la maestría de sus palabras se desprende también la sencillez y la dulzura de un alma enamorada de la tierra por la que se desplaza, acariciándola, vistiendo su pobreza con amor. El no pisa la tierra, la besay nos enseña a amarla. Que Dios lo bendiga y te bendiga a tí por mostrárnoslo ahora. De estos versos no alcanzo a distinguir cuales los tuyos, cuales los de él, pero en la unicidad los abrazo a Ninet tu luminosa hermana, a él y a ti.
Sería un honor que tu maestro presentara nuestro libro de Cardo. Ojalá acepte. ¿Tal vez en Huajuapan?
¿A pesar del derramamiento de su sangre en las tierras mixtecas?
¡Explícame eso!
¡Qué le pasó?
Yo también tengo mucho que agradecerle a Paco Soto por sus nobles enseñanzas, los sábados que no asistia a Huajuapan los compartía con nosotros, leyendonos poesía y enseñandonos latín, ahora el ya no ésta aquí pero lo llevamos en nuestro corazón. Que crescas humanemente fue el lema que nos dejó.
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